La paz es la que nos falta aquí, siempre la guerra, no muy letal, pero extrañamente molesta. Hay que estar siempre en guardia, armarse de paciencia y prudencia. El apostolado se resiente. Sin embargo, si buscamos encontramos almas de buena voluntad que buscan la verdad; pero no podemos hacer por ellas todo lo que querríamos. De todos modos no podemos quejarnos demasiado; la situación podría ser mucho peor. Aún podemos “misionar” y hasta recoger frutos, quizás no muy abundantes, pero los suficientes para creer que no trabajamos en balde. A pesar de todo esperamos días mejores. “No temas, pequeño rebaño, yo he vencido al mundo”.
Sigo en zona peligrosa, rodeado de minas. La selva poblada de tigres y serpientes no es peligrosa, pero cuando a los hombres se les mete en la cabeza la idea de jugar a la guerra entonces sí se hace peligrosa y es siempre el inocente quien sufre. Me limito en mis rondas apostólicas y en toda salida. Iré a pasar la Navidad a una zona supuestamente liberada; será necesario cruzar la cortina de minas.
Cartas de Lucien Galan a un amigo sacerdote,
12 de Septiembre de 1961 y 16 de Diciembre de 1962